El estudio no tiene que ser un castigo, sino una recompensa, que sirva de punto de encuentro intergeneracional. Esto afianza los lazos y le ayuda a progresar, sirviendo como motivación, para hacer una tarea que agrade a su progenitor. Sirviendo el estudio como una forma enriquecedora de aprender, junto a los hijos los cuales ven que son el centro de atención e intentan complacer, mejorando el rendimiento.
Cualquier aprendizaje va aparejado de un proceso de investigación, esto aumenta la curiosidad del estudiante, el cual va adquiriendo nuevos conocimientos y desarrolla sus propias técnicas de estudio. Ayudando a desarrollar un tema, adquirir vocabulario y afianzar los conocimientos explicados en el colegio. Esto da la posibilidad de involucrar a los progenitores que son los que tienen que alentar al menor, siendo clave para el desarrollo del estudiante y el éxito académico.
Parte de la culpa de que los hijos estudien o no es de los padres, por eso es importante involucrarse con el profesorado, creando un buen clima e intercambio de información. Hablando periódicamente con el tutor, el cual nos dirá las carencias, con el fin de que se pueda reforzar las materias que tiene más dificultad. Y jamás aislar en una habitación o hacer las tareas con elementos que puedan distraer su atención.