La particularidad de cada individuo hace a cada persona única e irrepetible en un mundo donde la diversidad de comportamiento es una variable en la conducta humana, convirtiendo la costumbre en la pauta diaria que define a la sociedad, dejando la individualidad al ámbito privado. El único momento donde se es uno mismo y no tiene que seguir un rol, estipulado por los compromisos sociales.
La competitividad en la vida laboral y las apariencias imponen al ser humano a renunciar a parte de sí mismo, obligado a seguir los derroteros marcados para subsistir, teniendo que dibujar la personalidad en acorde al canon marcado. Es en el ámbito personal donde aflora la personalidad y se distiende la conducta sacando a relucir la forma natural de proceder en el entorno íntimo, siendo uno mismo, en el confort de la privacidad. En el cual se guarece de las inclemencias del entorno social y se relaciona en los círculos personales.
En determinadas situaciones o ámbitos no queda lugar para uno mismo y tiene que cuidar las formas, renegando de la esencia propia, obligado a ser lo que en realidad no se es. Y comportarse como se debiera, aunque al final siempre sale a relucir la propia naturaleza, revelándose contra los muros del comportamiento que en jaula el ser.