Todos los seres humanos poseemos una vida oculta, que no compartimos con nadie y que por su duración representa la mitad de nuestra existencia consciente.
Es muy posible que nuestro organismo aproveché eficazmente este período de bajo gasto energético para eliminar toxinas y recuperar energías, aunque para todo ello le basta con las tres primeras horas. Es muy posible que todo ese tiempo sirva simplemente de soporte a ese otro fenómeno todavía mucho más curioso que llamamos los sueños.
Aproximadamente una cuarte parte del tiempo que dormimos lo empleamos en soñar. Este tiempo se divide de forma irregular en cinco partes, distribuidas a lo largo de la noche en períodos de unos noventa minutos cada uno. Podemos decir que cada noche se inicia una biociclo que se interrumpe en el momento que despertamos.
El inconsciente se comunica constantemente con nosotros a través de los sueños. Nos informa así de nuestro estado interior, que es la base sobre la que se asienta nuestra actitud cotidiana.