La insignificancia particular del individuo lleva a la persona a cometer barbaridades con tal de sobresalir por encima de los demás, protagonismo dañino que intenta imponer para sentirse bien consigo mismo porque carece de interés, vacío llena de malos sentimientos el corazón que le enturbia la razón y envenena la mente con malos pensamientos.
Pensamientos que carcomen el espíritu y alimentan las malas acciones, calculadas con meticulosa crueldad buscan hacer el máximo daño posible, sumiendo al individuo en una espiral que le va consumiendo por dentro mientras vive para causar sufrimiento a las personas que lo rodean.
Poco a poco el rencor sume a la persona en un bucle de malas intenciones que envenena todo lo que toca y causa daño a las personas más débiles, castigadas sin motivo son el centro de toda su ira, mientras se regocija en el mal que causa al final es incapaz de amar a nadie excepto así mismo.