Durante el periodo escolar los profesores nos alentaban a escribir una carta al príncipe, explicándole que eramos niños que como él estábamos estudiando para formarnos como ciudadanos del mañana y que teníamos sueños de como seríamos de mayores, en una época donde la inocencia nos volvía ingenuos. Al fin y al cabo eramos niños.
A las pocas semanas de mandar la carta se recibía en el domicilio correspondencia de la Casa Real, emocionado y nervioso por haber obtenido contestación del príncipe, abría mi primera carta donde había una foto dedicada. Fue algo inesperado y bonito, que siempre recordaría.
Son las cosas como estas con las que uno se queda después de los años, pequeños placeres que recuerdo con claridad y que marcaron, un antes y un después, en la infancia de aquella generación de niños que se convertirían en hijos de la Constitución.