El gozo cotidiano depende del disfrute de pequeñas acciones triviales que se desarrollan en el que hacer diario y se realizan de forma inconsciente, mecánicamente, ignorando la importancia de hacerlas. Y el valor que tienen.
Se disfruta continuamente de pequeños placeres sin apreciarlos, momentos irrepetibles que marcan un periodo o recuerdan una época que conforman retazos de felicidad, sensaciones humildes que se ignoran ofuscados en objetivos irrelevantes. Olvidando vivir.
Cuando se disfruta de la simplicidad de de las cosas todo es más fácil, menos complicado. La vida cobra sentido y proporciona estabilidad, en el desequilibrio trivial de la rutina, donde las pequeñas tareas dejan de ser tediosas. Los modestos instantes se vuelven grandes momentos.