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martes, 18 de agosto de 2009

Felicidad

Detrás de la insatisfacción propia del deseo se esconde un secreto más sombrío aún: las tendencias humanas no solamente imposibles de satisfacer, sino ante todo falsas. El fin que persiguen nuestros deseos es ilusorio.

La susceptibilidad para las impresiones agradables es tanto menor cuanto mayor es la susceptibilidad para las desagradables y viceversa. En iguales circunstancias de éxito o de fracaso en una empresa, el de humor, difícil se enfadará por el fracaso y no se regocijará por el éxito; el de humor fácil, por lo contrario no se disgustará por el fracaso y se alegrará del éxito. Si el de humor difícil tiene éxito en sus proyectos, de diez veces, nueve no se alegrará de las nueve veces que ha tenido éxito, sino que se enfadará por la décima en que ha fracasado; en el caso inverso, el de humor fácil se consolará y regocijará con este éxito único.

De manera general lo que se contribuye más a la felicidad que lo que uno tiene o lo que uno representa. Lo principal es siempre lo que un hombre es, por consiguiente, lo que posee en sí mismo; porque su individualidad le acompaña en todo tiempo y en todo lugar y tiñe con su matiz todos los acontecimientos de su vida. En toda cosa y en toda ocasión, lo que afecta primero es él mismo. Esto es cierto aún para los goces materiales.

En definitiva el que posee riqueza interior, no le exigirá grandes cosas a la vida, alcanzando la felicidad, un estado de ánimo que no depende de sus circunstancias sino de su percepción de la realidad.