En la oscuridad de la incertidumbre tras dos meses de encierro con estoico valor, enterrados en vida los mineros chilenos soportaron la humedad en las entrañas de la tierra y se enfrentan al miedo, de no volver a ver aquellos que añoran su regreso.
Los días se suceden como años entre la negrura de sus temores, la soledad de sus pensamientos y la agonía de la espera, cada momento más cerca pero más larga. Rozando lo insoportable.
El aguante del hombre limitado por el desasosiego del rescate, hace dudar de la posibilidad de salir con vida de una situación no deseada y propiciada por la necesidad de alimentar a su cognación, en condiciones infrahumanas con precarios medios.
El desenlace de la situación propicia la esperanza de las familias y de las gentes solidarias que apoyan a los mineros, que más que nunca ven luz al final de túnel. Un rayo de esperanza a tan largo cautiverio.