Cuando el amor es asumido desde el plano sentimental en la voluntad, comienza como tarea, que culmina en plenitud de muchas maneras, y puede fracasar también de otras muchas. Como cuando, por ejemplo el amor se transforma en la lucha entre dos subjetividades por anular la una a la otra.
Los afectos refuerzan y potencian la actividad cognoscitiva, y que motivan la acción voluntaria, gozando de cierta autonomía respecto de ella.
El placer puede volverse un peligro para la felicidad, porque la instalación en un placer finito y parcial resultando de una actividad aislada puede convertirse, en una amenaza para la totalidad de la dinámica del actuar humano y, en consecuencia, para la felicidad. El placer, como perfección finita, supone el riesgo de la obturación de la totalidad del horizonte afectivo humano.
El desarrollo intelectual y el alcance de la felicidad en el amor, es la pérdida y ganancia personal de dos voluntades, que alcanza el consenso entre ambas personas evitando la lucha de las dos subjetividades.