La vida pierde la memoria en la mudez del olvido, desdibujando el rostro en las mentes de los que han sobrevivido y diluyendo la esencia de quienes han sido, permanecen relegados aun segundo plano como vestigios del pasado evocados desde el subconsciente.
Los camposantos recordatorios de la vida son lugar de reposo de los muertos y peregrinación de los vivos, emplazamientos atemporales que transcurren al margen de las sociedades donde las almas abandonan el cuerpo, crisálidas que alzan el vuelo libres de las necesidades terrenales.
Almas libres en la atemporalidad del universo vagan indefinidamente por los confines del infinito llevados hacia la luz en busca de la serenidad del vacío del plano inmaterial, carencia de necesidad que despoja al espíritu de las fatalidades del ser, otorgándole la dicha de la inocencia por siempre en la eternidad del espacio.