La dignidad humana no atañe exclusivamente a la muerte sino a todo el ciclo de la vida, especialmente en los periodos donde las personas son más vulnerables, como la vejez. Es cuando el pundonor del individuo se ve socavado por la dependencia de los demás.
El transcurso de la existencia se tiene que hacer de forma natural hasta que la luz interna se debilita de forma paulatina, apagando el brillo cristalino de la mirada hasta volverse opaca, exhalando el ultimo suspiro en los brazos de un ser querido.
Con una muerte digna se dota a la sociedad de mecanismos que pueden ayudar a paliar la angustia del sufrimiento, pero también se insensibiliza a la sociedad frivolizando el óbito, volviendo un acto puntual en un hecho cotidiano.