Después del pánico queda la angustia de la desolación ante la imagen de ruina que muestra el drama colectivo de un pueblo que ha sufrido el envite de las fuerzas naturales, convirtiendo la tranquilidad de la cotidianidad en un lugar catastrófico, irreconocible a la vista.
El dibujo de los edificios y la estrechez del casco antiguo queda sustituido por inmuebles en ruina con calles llenas de escombros que muestran el caos del desastre, mientras a las orillas de las carreteras los coches yacen aplastados por los cascotes, alterando el paisaje con la sobrecogedora imagen de la impotencia.
Los dramas particulares se suceden nublando los días con grises recuerdos e instantes de espanto, experiencias traumáticas de intenso dolor que desvela el sufrimiento de la tragedia con incuantificable aflicción, encogiendo el corazón roto por el desconsuelo.