En lugares comunes se ven situaciones extraordinarias que nos dan lecciones que jamás se podrán olvidar, eso mismo me pasó disfrutando de un paseo matutino, que marcó un antes y un después en el modo de ver la vida. Desde aquel instante todo cambio, era afortunado y hasta entonces no lo sabía.
Dando un paseo por una senda donde transita mucha gente vi una mujer caminando como todos los que estábamos allí, aunque no de igual forma, porque para nosotros andar no requería ningún esfuerzo. Pero para ella era un reto titánico que afrontaba con decisión mostrando una gran fuerza de voluntad, aunque requería de sacrificio físico y mental, avanzaba lenta y con dificultad segura de sí misma. Tenía medio cuerpo paralizado, pero eso no le impedía salir y luchar por seguir caminando, disfrutando como el resto de un agradable paseo.
Esa situación me empequeñeció, porque me hizo ver que eso mismo me hubiera hundido y las circunstancias me habrían sobrepasado, quedando seguramente inútil. Postrado en una cama prisionero de la autocompasión, aislado del mundo al no afrontar el destino y luchar por seguir viviendo.