A partir de los siglos XIV al XV comenzó a generalizarse la transmisión hereditaria del apellido, probablemente debido a la aparición de nuevos estatus sociales con derecho a la propiedad o al arrendamiento de tierras y bienes, de nuevos oficios artesanales que pasaban de padres a hijos, de gremios profesionales… Así, la transmisión de oficios en las clases bajas y de títulos y cargas entre la nobleza y el clero actuaron como elemento integrador de la costumbre de registrar los apellidos.
Los primeros en usar apellidos patronímicos son los más comunes en el mundo de habla hispana y derivan, del nombre del lugar donde vivía, del que procedía o en el que poesía tierras o alguna propiedad la persona o familia asociados al apellido.
Los apellidos toponímicos son los más comunes en el mundo de habla hispana y derivan, del nombre del lugar donde vivía, del que procedía o en el que poesía tierras o alguna propiedad la persona o familia asociada al apellido.
Son los que derivan del oficio o la profesión que ejercían la persona o familia asociada al apellido o del cargo que ostentaban.
Los apellidos procedentes de los apodos, es un método tan antiguo como la toponímica y en la actualidad su uso está todavía muy extendido, aunque en menor medida en las zonas urbanas que las rurales.