No pensamos de forma sana. Sólo prestamos interés a nuestra inmediata satisfacción, sin considerar a largo plazo las ventajas e inconvenientes para nosotros mismos o para los demás.
La felicidad interior no está sujeta a las circunstancias materiales o a la satisfacción de los sentidos. Está en nuestro espíritu reconocer la importancia de esta felicidad es fundamental.
Dad más importancia a la calidad que a la cantidad. Esta regla se aplica a todas las situaciones de la vida.
Con cuantas más opiniones distintas nos encontremos, mayor ocasión tendremos de adquirir una compresión nueva de los demás y de mejorar nosotros mismos.
Cuando no se piensa lo suficiente en los demás, se les juzga según uno mismo, y no se imagina que ellos nos perciban de la misma forma que nosotros a ellos.
Sea como fuere, sed conscientes de que el mundo está hecho de cosas buenas y malas, y que consideramos la realidad está fabricado en gran parte por nuestro espíritu.