Hoy día hay mujeres que trabajan en la minería, son médicos, abogados, ingenieros, ect. Todas ellas tienen que demostrar lo que valen día a día en el trabajo cobrando menos que los hombres, pero las reivindicaciones ya vienen de mucho antes, en la Primera Guerra Mundial. La escasez de mano de obra introdujo a muchas mujeres en trabajos insólitos para la época.
La desconfianza que los hombres de Inglaterra tienen en nuestra capacidad no puede combatirse con palabras. “Escribió una mujer inglesa a las autoridades rusas para que le permitieran organizar hospitales de campaña en Rumania. Hay que demostrarles que están equivocados”. Así lo hicieron, durante la Primera Guerra Mundial, las obreras de las fábricas de municiones y las mujeres policías, las empleadas del Metro y las oficinistas de los bancos.
Como en tantos otros aspectos, los brazos femeninos reemplazaron también a los quienes habían dejado las herramientas por los fusiles, uno de esas labores era la agricultura.
Al terminar la guerra, la mayoría de las mujeres volvieron calladamente o a desgana a sus trabajos primitivos, o sus casas. La cantidad de mujeres empleadas en 1921 no era mayor que en 1914. Las mujeres no habían ganado el derecho a la igualdad de oportunidades, aunque había demostrado su capacidad para desarrollarlas.