La cocina tradicional, con el piso de tierra apisonada, o “a mataterreru”, llenaba las apetencias de cobijo de las gentes de las montañas.
En las cocinas primitivas no había chimenea. El piso de la habitación de arriba (la sala) quedaba incompleto y en este hueco, que es el fumeru, es donde se fija la sarda, o enrejado donde se ponen a secar frutos verdes y otras cosas.
El humo se extendía por toda la casa y al cabo de unos años daba aspecto de azabache a paredes y vigas.
Estas casas primitivas cubren las mínimas exigencias de cobijo del hombre. En su lucha contra el frío y la humedad, sacrifican la luz. Sólo hay una pequeña ventana que da al fumeru, a la altura del piso de la sala, y la luz de la puerta del portal.
Caso
Oliva Armayor
En las cocinas primitivas no había chimenea. El piso de la habitación de arriba (la sala) quedaba incompleto y en este hueco, que es el fumeru, es donde se fija la sarda, o enrejado donde se ponen a secar frutos verdes y otras cosas.
El humo se extendía por toda la casa y al cabo de unos años daba aspecto de azabache a paredes y vigas.
Estas casas primitivas cubren las mínimas exigencias de cobijo del hombre. En su lucha contra el frío y la humedad, sacrifican la luz. Sólo hay una pequeña ventana que da al fumeru, a la altura del piso de la sala, y la luz de la puerta del portal.
Caso
Oliva Armayor