En el momento del sueño más placentero suena el despertador indicando el comienzo del día que empuja a levantarse y empezar con soñolienta energía los quehaceres rutinarios, sin ganas necesitas de una ducha para el pequeño empujón matutino que haga despertar del aletargo neuronal, cansado el cuerpo es un lastre que hace pesada la tarea de empezar a funcionar como cada mañana.
El yugo de las obligaciones hace que muchos días no te apetezca comenzar la jornada laboral desmoralizado por el panorama que se repite a diario pero en cambio haces lo que se espera convencido de que todo es una broma del destino, pesadilla que convierte la vida en una monótona continuidad que terminará con la jornada, aliviado por el final esperas que cambie la vida con un golpe de suerte para no tener que volver a trabajar nunca.
Después de una semana haciendo lo mismo llega el fin de semana con el merecido descanso laboral, benditos viernes y malditos lunes, jolgorio de la fiesta y resaca de infatigables momentos de descanso que convierte la vida en una pendiente que a nadie le gusta subir pero que todos quieren bajar.
