El tiempo inexorable se detiene por un instante en un paraje, donde el firmamento se funde con el paisaje en una sucesión de momentos irrepetibles que muestran en la inmensidad de la ausencia la belleza incomparable del parque natural del Teide, exhibiendo el desértico territorio con un imponente universo desplegando en una explosión de color la majestuosa Vía Láctea.
La belleza clásica de la historia griega resquebrajada por el tiempo e inmortalizada por el esplendor de la sabiduría se alza majestuoso en mármol blanco en la acrópolis de Atenas, ensalzado en la oscuridad por la orbe lunar la cual yergue el mayestático Partenón recuperando el fulgor perdido, durante la noche de luna llena.
La urbe se ilumina como el firmamento en la oscuridad y muestra tímidamente su humilde suntuosidad dibujada por el contorno de los edificios, eclipsando al satélite que cerca del perigeo brillaba con opulencia abrazando el horizonte de la ciudad de Bostón decorado de corinto, la cual mostraba la luna llena distorsionada por la refracción atmosférica.
La urbe se ilumina como el firmamento en la oscuridad y muestra tímidamente su humilde suntuosidad dibujada por el contorno de los edificios, eclipsando al satélite que cerca del perigeo brillaba con opulencia abrazando el horizonte de la ciudad de Bostón decorado de corinto, la cual mostraba la luna llena distorsionada por la refracción atmosférica.