Estamos sumergidos en la rutina diaria, enfrascados de forma egocéntrica en una realidad alternativa, lejos de la crudeza de la vida. El rol adquirido y perfectamente establecido nos marca el patrón de nuestras vidas, en una sociedad del bienestar, donde lo normal es poseer y disfrutar.
Cuando no podemos solazar y adquirir lo que queremos, nuestros esquemas morales se derrumban, no sabiendo amoldarnos a las nuevas circunstancias. Por eso en época de crisis y apreturas económicas muchas parejas no sobreviven, porque se centran en el bienestar, no pudiéndose acostumbrar a un nivel de vida inferior.
Otras parejas por lo contrario permanecen juntas porque sino por separado no podrían sobrevivir, compartiendo vivienda y gastos, al tener en común a los hijos. Una solución practica al necesitar compartir las tareas y el cuidado de los niños, evitando gastos extraordinarios los cuales se tendrían que sufragar por separado, siendo insostenible para la economía de un mileurista.