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jueves, 1 de julio de 2010

El precio del amor

Estamos sumergidos en la rutina diaria, enfrascados de forma egocéntrica en una realidad alternativa, lejos de la crudeza de la vida. El rol adquirido y perfectamente establecido nos marca el patrón de nuestras vidas, en una sociedad del bienestar, donde lo normal es poseer y disfrutar.

Cuando no podemos solazar y adquirir lo que queremos, nuestros esquemas morales se derrumban, no sabiendo amoldarnos a las nuevas circunstancias. Por eso en época de crisis y apreturas económicas muchas parejas no sobreviven, porque se centran en el bienestar, no pudiéndose acostumbrar a un nivel de vida inferior.

Otras parejas por lo contrario permanecen juntas porque sino por separado no podrían sobrevivir, compartiendo vivienda y gastos, al tener en común a los hijos. Una solución practica al necesitar compartir las tareas y el cuidado de los niños, evitando gastos extraordinarios los cuales se tendrían que sufragar por separado, siendo insostenible para la economía de un mileurista.