Confucio era consciente de lo fácil que resulta confundir a una persona inclinada a juzgar a los demás con otra franca; a una persona dispuesta a someterse, con otra compasiva. Esa confusión podía producirse, decía, incluso con aquellos a quienes pensamos conocer lo bastante bien como para considerarlos amigos.
Los hombres vulgares pueden caer fácilmente bajo la influencia de la gente afable, pues son sensibles a las palabras que agradan. Ellos mismos suelen ser afables, pues, saben obtener beneficios, mediante el halago.
La música era considerada por Confucio como la culminación de la cultura y su metáfora más adecuada.
Se daba cuenta de los problemas a los que se enfrentaban los hijos, pero insistía, en que al devolver lo que han recibido; no deberían olvidar aquellas sensación ser amado por alguien.