El laurel común fruto de la metamorfosis sufrida por Dafne, una ninfa, para burlar el acoso de Apolo. Apolo le dijo a Dafne: “Si no quieres ser mi amante, me serás consagrada eternamente. Tus hojas serán siempre verdes y con ellas me coronaré”. Según otra tradición Gea, la madre de Dafne, transformó a su hija en laurel para esquivar el acoso de Apolo.
El laurel, según los antiguos, estimulaba los dones proféticos y de esta creencia deriva la costumbre de coronar a los poetas, artistas y guerreros con hojas de laurel.
En muchas regiones de la península Ibérica la costumbre de bendecir hojas de laurel el domingo de ramos ante la firme creencia de que protege la casa de hechizos.
También se suponía que el laurel daba la inmortalidad. Por esta causa frente de las puertas de los palacios de los emperadores y sacerdotes, se plantaban laureles, por lo que Plinio llamó a estos árboles el jardín de los cesares.