La visión de la infancia es extremadamente positiva, de ella se puede sacar lo que se puede ser.
Si la educación es una relación con la infancia, repensar en la educación es repensar la infancia. Y repensar radicalmente en la educación es representar radicalmente en la infancia.
Nuestra imagen de la infancia es una proyección de lo mejor y de lo peor que somos. Por eso repensar radicalmente en la infancia es, también, repensarnos a nosotros mismos.
En nuestras sociedades, la infancia es una figura de lo tutelado, de la patria potestad, de lo que no es dueño de sí, de lo que precisa, incluso para liberarse de esa tutela, de un instrumento jurídico por otro.
La educación es la base que sostiene nuestra sociedad, un criterio que dictamina nuestro futuro y un valor humano esencial. Aquellos países que gestionen y desarrollen este valor, se verán recompensados al potenciar el ser humano, un recurso sostenible y productivo e inagotable.