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martes, 10 de marzo de 2009

Saber catar los brandies

A continuación pondré un artículo de la revista Comer y Beber, donde hay una amplia variedad de menús muy sofisticados así como gran variedad de artículos dedicados al vino, realizados por escritores de la talla de Mauricio Wiesenthal que dan un gran toque de distinción a una publicación seria y no al revés. Porque con sus palabras podemos aprender un poco más sobre la cata de los brandies, un mundo español y no sólo francés como nos quieren hacer ver. 

Con esto no quiero hacer publicidad de una publicación, sino mostrar que hasta una simple revista se puede encontrar pequeñas joyas, de nuestra literatura más internacional.

Invisible   

España es un país productor de muy buenos brandies. Pero la mayoría de los expertos han rendido siempre más fervoroso homenaje al cognac francés que al brandy español. Esta preferencia se explica dificilmente con razones objetivas, porque se debe en buena medida al snobismo.

Algunos brandies españoles de menor precio se destilan en columnas rectificadoras, perdiendo en este método industrial una parte de la nobleza que exhiben los cognacs. Pero esta técnica más económica no es la única que se emplea en España.

Los grandes brandies jerezanos y catalanes siguen utilizando el alambique de cobre, manteniendo una tradición mediterránea muy antigua, que se remonta a la Edad Media y al sabio Arnau de Vilanova.

Hacen muy pocos meses nos llegaba de Francia una noticia sorprendente: un brandy español (Torres 20) había triunfado, en una cata a ciegas sobre los mejores cognacs del mundo.

Desgraciadamente, el bebedor español de brandy no siempre sabe apreciar estas joyas que tiene al alcance de la nariz y del paladar.

No todo el mundo sabe catar un brandy ni sabe interpretar sus caracteres distintivos: El olor del brandy no debe parecerse al de otros arguardientes (ginebras) que no se destilan del vino y que huelen fuertemente a alcohol de melaza.

Los mejores brandies ofrecen el delicado aroma de las holandas, es decir, destilados de más baja graduación, obtenidos por doble repaso, en los que se han suprimido las colas y los olores más alcohólicos y agresivos. Además, destacarán los aromas especiados (canela, vainilla) de la madera, junto a los deliciosos perfumes de la crianza (frutos secos, ciruelas pasas, higos), que pueden llegar a veces a expresar como notas de barniz o de laca.

Intente también distinguir en la nariz, otros aromas: Notas punzantes -alegres, aldehídicas, a veces salinas, siempre vivas- que son típicas del vino fino o amontillado, y que carazterizan a algunos brandies jerezanos, si han hecho su crianza en botas envinadas con vinos de flor.

 Notas dulces, pasificadas, sensuales, que recuerdan a los olorosos o a los vinos de Pedro Ximénez, y que carazterizan a los brandies jerezanos, si han hecho su crianza en botas que han contenido estos vinos.

Notas de especias (vainilla y roble), sobre fondos ahumados, que distiguen a ciertos brandies catalanes, criados en roble francés. Y, finalmente, las notas de rancio charentais (fino toque, delicadamente avainillado, de las maderas limpias y nuevas, suavemente tostadas, que con el tiempo se va volviendo dulce y que sólo aparecen en los grandes cognacs tras décadas de maduración) que pueden presentarse en los brandies muy viejos, y que toman el matiz complejo (ciruelas pasas, tabaco habano, canela, cacao, higos secos), característico de la larga crianza.