La muerte suscita morbosidad alimentada por la curiosidad macabra que despierta las desgracias ajenas, interés desmedido propiciado por la falta de sensibilidad alimentada por el horror cotidiano, deshumaniza la empatía que hace posible identificarse con las consecuencias que llevan al sujeto al trágico final.
Sucesos recreados de forma continua por los medios de comunicación como un recurso más para llegar al público, explotado sin pudor por ser una fuente de información inagotable de beneficios, promueve toda serie de trabajos divulgativos.
Escalofriantes y hórridos programas de ducuficción producidos con fatalidades son parte de la cultura actual que provoca personas apáticas, insensibles al estar inmunizados contra la consternación producido por el malestar continuo a los hechos desafortunados, demoledores acontecimientos que se convierten en acontecimientos normales de la vida diaria.