Al margen de las causas que empujan a la joven brasileña Catarina Migliorini a subastar su virginidad en el momento que presta servicios sexuales a cambio de un estipendio la transacción comercial se convierte en “prostitución”, hecho reprobable que desmerece el loable motivo, convirtiéndose en una cuestión económica y no social.
Lejos de vanagloriar el suceso se tendría que reprochar y tomar medidas para que no se vuelva a repetir, juzgar a la protagonista, multar a los productores de la película documental y sancionar a los pujadores por el servicio; utilizando ese dinero para fines sociales sin prestaciones sexuales a cambio.
En un mundo globalizado tenemos que crear valores sociales pero no sustentarlos en acciones que vayan en contra de los principios morales y recalcar la importancia de los fines para realizar buenas obras, sin necesidad de vilipendiar a las personas para conseguir dinero, aunque sea por una buena causa.