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miércoles, 19 de octubre de 2011

Las buenas acciones tienen recompensa

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La urbanización del ser humano lleva consigo la represión del comportamiento a través del civismo que doméstica el instinto al someter la voluntad a las reglas sociales, reprimiendo los actos sin posibilidad de desahogo ante la presión cotidiana ejercida por la rutina laboral y las responsabilidades que abruman al individuo, sobrepasado por la tensión sin posibilidad de evadirse.

Imposibilidad que desquicia a las personas que se vuelven intolerantes ante las fricciones diarias con los demás, llevados por la inercia ante la frenética actividad sin tiempo para disfrutar de un momento de asueto, debidos a los compromisos que consumen el tiempo vital sin disfrutar de la vida. Infelicidad que agria el carácter volviendo al individuo egoísta, rebelándose contra el sistema, atacando los valores sociales de la moral y la ética. Legislada por las instituciones que imponen el criterio al pueblo, obviando el comportamiento cívico por parte de sus representantes, los cuales son el ejemplo de la desidia por los iguales.

Son las buenas acciones lo único que importa ante la crueldad de un mundo apático, práctica que libera el alma de los sinsabores de la vida, creando vibraciones de bienestar que radian felicidad en el entorno próximo.