El equilibrio natural dibuja una frontera que bifurca el pensamiento moral en barreras éticas que delimitan la actuación humana, el bien y el mal, conceptos antagónicos utilizados para etiquetar las actuaciones. Empleados para razonar el comportamiento y comprender la propia naturaleza.
La honestidad de las personas se mide por el concepto exterior de sus acciones determinado por sus congéneres, los cuales juzgan en base a su escala de valores, aplicando los prejuicios de forma favorable o negativa al calificar a los demás. Estos preceptos se utilizan para influir en la conducta, subordinando al individuo a las reglas sociales, quebrantadas por los mismos que las adoctrinan.
El reflejo del continuo dilema que sumerge al hombre lo representa en las expresiones artísticas que exteriorizan la controversia de su propia condición, manifestándose en las opiniones, las cuales no se corresponden con sus ideas y discrepan de los actos.