Se anhela aquello que no se posee y se desea lo que tienen los demás, aunque se disfrute de una situación privilegiada de confort, por el egoísmo de atesorar. Un vicio egocéntrico que propicia las envidias y los recelos, en un modelo social insano.
La insatisfacción llena el vacío y la inseguridad acrecentá la dependencia a una vida insustancial, llena de insulsas sensaciones superficiales con efímeras satisfacciones que regala infelicidad, recompensa que revaloriza el falso valor de los bienes.
La carencia de valores esconde la falsedad de las apariencias y desmaquilla la perversidad oculta que sume la conciencia humana en una crisis, falta de referentes morales, la sociedad se desliga del legado ético que condiciona al pensamiento. Sustituye la pasividad y la indiferencia por movimientos de jóvenes que buscan una alternativa de futuro, sembrando la posibilidad de cambiar el mundo, desde el individualismo colectivo.