Los sectores privados y públicos lanzan medidas para sortear la crisis, sin hacer reformas significativas en la gestión propia que saneé las cuentas de los estamentos, incurriendo continuamente en los mismos errores. Dando un mensaje espontaneo, de elocuencia y doctrina que deja patente la incompetencia para encarar las reformas.
Las diligencias capitalistas se efectúan de forma independiente y descoordinada, sin seguir un criterio unificado, desacreditadas por la falta de eficacia. Centradas en el beneficio particular y no en el bien general, lapidando la creación de empleo, el motor de la recuperación económica.