La realidad de la vida cotidiana solo es contrarrestada por los sueños y anhelos, los cuales nos abstraen de lo consuetudinario, convirtiéndose en un refugio en busca de consuelo. Pero en cambio los artistas lo utilizan para crear, mezclando los sueños y la imaginación, transformando la realidad en belleza artística.
El placer del arte es duradero, no efímero y nos sumerge en el deleite de la belleza humana mostrando el equilibrio imprescindible para llevar una vida armónica, necesario para conllevar la desilusión diaria.
La felicidad se busca equivocadamente en lugares donde la desilusión y el desánimo corrompen el espíritu humano, despojando al individuo de su humanidad, la cual es necesaria para llevar una vida plena.
Alejarse de los placeres banales y de las necesidades triviales buscando la plenitud, nos acerca más a la felicidad, la cual se alcanza cuando se posee una vida satisfactoria descentrada del egoísmo personal. Que enseña a apreciar las pequeñas cosas que no se perciben, porque nos encontramos exhortos en busca de la felicidad, cuando en realidad somos dueños de ella.