La actitud del historiador, que debe ser semejante a un estoico sin patria ni rey ni religión, ni familia, habitante del mundo al servicio exclusivo de la verdad.
Después de Copérnico, Galileo y Kepler, Newton había abierto definitivamente el camino de las ciencias físicas y naturales faltaba reconquistar la historia.
En medio del caos de las supersticiones populares, que habrían hecho casi todo el globo una vasta guarida de bestias feroces, hubo una institución saludable que impidió que una parte del género humano cayera en un entero embrutecimiento, fue la de los misterios y las expiraciones. Era imposible que no hubiese espíritus dulces y sabios entre locos crueles, y que no hubiese filósofos que intentasen devolver a los hombres a la razón y la moral.
La historia antigua debería haberse escrito por filósofos, de esta forma se podrían sacar verdades útiles que nos enseñan a valorar al ser humano, apartándolo de la crueldad y barbarie; dando paso a la razón por encima de la violencia y valorando lo importante para dejar a tras las superfluas banalidades.