Si un niño ha vivido durante los primeros años de su vida con una gran sobreprotección y no han tenido las ventajas de una amplia gama de estímulos, en la vida adulta alcanzará niveles inferiores de adaptación y autonomía. Por esta razón la mejor preparación para la vida adulta es la prestación de servicios efectivos y de calidad en los primeros años de su vida.
Los jóvenes discapacitados tienen las mismas aspiraciones sobre amistades, relaciones, pautas de vestido, códigos morales… que los no Down. Sus aspiraciones son las mismas pero sus oportunidades para alcanzar estas aspiraciones están reducidas.
Con mejores oportunidades para expresar deseos y apetencias y con habilidad de tomar decisiones en un entorno normalizado, las personas con síndrome de Down están más preparadas para la vida adulta.
La realidad es que hay buenos programas de vida para las personas con síndrome de Down disfruten de una vida más larga, tengan reconocimiento social, se eduquen en la escuela ordinaria, se preparen para el trabajo, vivan integrados en la comunidad, sean capaces de autodefenderse y, en definitiva, tengan proyecto de futuro.
Toda persona tiene sus limitaciones y por eso no las tratamos de forma distinta, no son la gente con síndrome de Down las diferentes, somos nosotros que los diferenciamos.