Con ingenuidad en busca de aventura la vida lleva al humilde viajero a las puertas de un nuevo territorio dentro de la misma geografía pero lejos de la realidad conocida, distancia salvada por el viaje en avión que dejaría bajo los pies grandes extensiones de lugares desconocidos, ilusiones olvidadas como los nombres de las poblaciones que sobrevolé y conducían al destino tan anhelado.
Una vez bajado del avión la ignorancia de la juventud llevó a quedar boquiabierto con el hermoso paisaje costero, hermosas palmeras, amarilla arena y aguas cristalinas que se fundían con el cielo más azul que jamás había visto; paraíso en la tierra donde la ropa no eran prendas de vestir sino meros accesorios que adornaban los esculturales cuerpos bronceados.
Nada más hablar con la gente me sentí contagiado con la alegría que desprendían sus radiantes y sonrientes rostros, envuelto en simpatía pronto empecé a escuchar la música a la vez que empezaba a sentirme cómodo, hospitalidad generosa que invitaba a quedarse.