Cada vez que se comparte algo se hace con reservas por miedo de darlo todo y quedarse si nada para uno mismo, reticencia que impide a la persona ofrecer lo mejor de sí a los demás, recelos que frena la creatividad condicionando el resultado por temor de que se lo arrebaten.
Dar sin esperar a nada a cambio es una experiencia gratificante que cobra fuerza con la recompensa de saber que lo ofrecido sirvió a otra persona para conseguir los logros que de otra forma no podría alcanzar aunque no repercuta en el beneficio propio, sensación inigualable que produce una gran satisfacción personal, otorgado a personas que realmente merecen la semilla que en ellos con esfuerzo germina dando resultados que jamás habrían esperado.
Las personas que causan daño y se aprovechan de otras al final no logran lo esperado, defraudadas con el regalo que no supieron sacarle beneficio lo desechan y encumbran trabajos insustanciales porque comulgan con sus ideas, sirviendo a la finalidad de aquellos que saben ver el talento oculto en la sinceridad de la información recibida.