La valoración de los alumnos se hace en función a los resultados académicos y al rendimiento escolar, sin valorar otras situaciones que pueden ir en detrimento de las calificaciones, ajenas al entorno estudiantil.
Los sistemas educativos no se pueden trasladar de un país a otro, porque la realidad y la mentalidad social son distintas, fracasando de forma estrepitosa como ha ocurrido con otros planes de estudios importados, sino encontrar la formula que mejor se ajuste a las necesidades.
En la mayoría de los colegios públicos no se incentiva al alumno a estudiar, sino que se abandona al que no rinde y se promueve al que va más adelantando, marcando el nivel de la clase según los alumnos más aventajados por no requerir de mucha atención. La excelencia educativa no consiste en diferenciar públicamente al colectivo que mejor notas saca, sino aunar esfuerzos para que el nivel sea lo más elevado posible y parejo, porque se puede incurrir en un sistema discriminatorio que desahucie mentes brillantes. Impulsado por un sistema educativo deficitario.