La frescura de las imágenes es más importante que el retoque fotográfico en un mundo donde abunda lo artificial, subterfugios visuales que despojan de naturalidad la belleza para convertirla en creaciones humanas carente de espontaneidad, provistas de una estética sumamente cuidada que imposibilita la imperfección.
Clones visuales que trabajan en base a la misma idea estética en un intento vano de mejorar algo que no necesita ensalzar, propicia similitudes compositivas y de procesado que convierten las fotos en similares a pesar de tratar de temas diferentes, omitiendo la sorpresa visual tan necesaria para no aburrir al espectador.
Repeticiones que producen insatisfacción porque una vez vista una, vistas todas. Imitadas y emuladas con ligeras variaciones compositivas carecen del carácter genuino de la personalidad del artista y la particularidad de las cámaras fotográficas, omitidas durante el procesado de la imagen, arrebatándole la originalidad del instante de la captura.