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viernes, 3 de abril de 2009

Artistas, cronistas de guerra.

Lo horrible y absurdo de la guerra proporcionaron a los artistas un tema nuevo y terrible a la vez. De él se podían sacar distintas lecciones, cada vez mas amargas y decepcionantes. 

Para producir arte no se requieren grandes guerras, sino grandes artistas. La Guerra de la Independencia en España no fue más que una ligera escaramuza comparada con los campos de Flandes, pero tenía a Goya como cronista: junto a una imagen de la guerra como “Los fusilamientos del tres de mayo”, las equivalentes de nuestro siglo quedan muy por debajo. 

En muchos sentidos, la Primera Guerra Mundial fue algo tan difícil de abarcar y tan amorío que sólo los escritores pudieron tratar de ella debidamente, pues hombres de letras les eran más fácil destilar su esencia en palabras que a los pintores en imágenes visuales. 

Sin embargo, a pesar de que no hay ningún retrato de un soldado de la Gran Guerra que pueda parangonarse con el dibujo que Leonardo hizo de un “Condottierre”, tal conflagración produjo un número muy grande de obras de arte que, por su calidad plástica y por su tema, merecen ser recordadas. 

Los artistas que les tocó vivir momentos tan amargos de la historia se veían obligados a contar lo que estaba sucediendo, con la finalidad de que no se repitieran y con el paso del tiempo viéramos las atrocidades que habían cometido, siendo la memoria de un país o del mundo. 

Otros no eran artistas pero dominaban las técnicas y se vieron obligados a ilustrarnos contando los hechos mediante imágenes o por medio de la palabra, luchando así contra la tiranía y la opresión, jugándose la vida al relatar lo sucedido.