La ingesta de alimentos ya no es una cuestión alimenticia, sino que es una acción social y de ocio, donde comer pasa a segundo plano porque lo importe es el acto en sí. La parafernalia del hecho convierte al acto de comer en un placer sensorial.
Se come por aburrimiento, ansiedad o por diversión, pasando de ser una necesidad biológica a convertirse en una manifestación emocional, que se hace solo o en compañía. Inducidos por la sociedad de consumo.