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viernes, 4 de septiembre de 2009

Científicos, brujos del pasado

Los antiguos brujos, aliados de los alquimistas, de los astrólogos, de los astrónomos y de todos los cazadores de misterios, eran percusores de los sabios que descubren y moldean el mundo en que vivimos, persiguiendo incansablemente lo desconocido, con la pretensión de establecer una visión coherente del universo, animado o inanimado.

Durante el siglo XIX vio florecer una verdadera religión de la ciencia, una fe ingenua en su beneficiosa omnipotencia, en su capacidad de dar respuestas, un día, a todas las preguntas capaces de inquietar a la mente humana.

El ser humano está en posesión de un tesoro, un libre albedrío, que le da la posibilidad de elegir. El cerebro de una persona tiene más conexiones, trillones más, que los ordenadores más potentes fabricados hasta el momento. Por otra parte, su vida, asociada a la de miles de millones de personas, abre posibilidades infinitas de relaciones sociales a grandes escalas de tiempo.