Intentar versionar un clásico es una responsabilidad hacia el espectador que espera ver un largometraje que contenga mejoras significativas respetando la esencia original, sin cambiar el desarrollo de la historia, haciendo aflorar los sentimientos que surgieron por primera vez.
El arte puede ser interpretado y fuente de inspiración para el nacimiento de nuevas formas de expresión, aunque nunca pueden desvirtuar la originalidad de los clásicos, creando segundas partes. Como ha ocurrido con “Tron Legacy”, un largometraje con una trama pobre y unos diálogos insulsos que centra el argumento en los efectos audiovisuales.